Son varias las teorías y estudios que han llegado a resultados similares en cuanto a qué determina la felicidad del ser humano. Y la conclusión común es que la genética determina parte de la misma y parece que es de un 50%.
La segunda meta de las personas es ser feliz -ya que la primera es sobrevivir- porque las hace más saludables, más productivas y creativas. Pero lamentablemente no dura mucho.
La psicóloga social Sonja Lyubomirsky, profesora de Psicología en la Universidad de California, en Riverside, asegura que la felicidad de los recién casados o de quien logra un aumento de sueldo se agota en dos años. Para ella, los seres humanos tienen una gran capacidad de “adaptación hedonista”, que consiste en acostumbrarse a todo lo positivo que les ocurre.
Lyubomirsky señala que la felicidad tiene grandes beneficios para la salud, entre ellos la mejora del sistema inmunológico y una mayor resistencia hacia el estrés y el trauma. Y que las personas más felices tienen menos riesgos de padecer ataques cardiovasculares o infartos, además de tener menos posibilidades de morir por distintas causas que van desde lo orgánico hasta accidentes de autos.
Aunque ser físicamente activos por motivación y no por obligación, mejora la felicidad, lo que la determina en gran medida es una fuerte base genética. La especialista afirma que nacemos con una predisposición hacia la felicidad, por ejemplo, una persona que tiene varios hijos puede ver que unos son más felices que otros.
Sonja asegura que la genética determina la felicidad en un 50%, pero además hay que tener en cuenta el 10% que juegan las circunstancias externas o el contexto, y un 40% que está determinado por actividades intencionales, acciones que llevamos adelante para sentirnos más felices.
Por lo tanto, Lyubomirsky dice que el ser humano debe fijarse objetivos que quiere conseguir y centrarse en ese 40%, el cual depende de las elecciones que haga uno para conseguir la tan ansiada felicidad y todos los beneficios asociados a ella.
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