Ella comenzó a hablar: “Siendo mujer de esta época, le pediría a un hombre lo que yo no pudiera hacer sola. Tengo un trabajo y pago todas mis facturas. Me encargo de mi casa porque soy económicamente independiente y responsable de mi administración financiera. Las mujeres ya no somos amas de casa, dependientes de un hombre. Más bien, yo estoy en la posición de preguntarle a cualquier hombre, ¿Qué es lo que puedes aportar en mi vida?“
El hombre se le quedó mirándola y pensó que ella se estaba refiriendo al dinero.
Ella sabiendo lo que él estaba pensando, dijo: No me estoy refiriendo al dinero. Yo necesito algo más. Necesito un hombre que luche por la perfección en todos los aspectos de la vida.
Él cruzó los brazos, se acomodó sobre la silla y mirándola le pidió que le explicara ese detalle.
Ella dijo: “Yo busco a alguien que luche por la perfección mental, porque necesito alguien con quién conversar, no necesito a alguien mentalmente simple. Un hombre que luche por la perfección financiera, porque, aunque no necesito ayuda económica, preciso de alguien con quien coordinar los dineros que entren en nuestras vidas. Yo busco un hombre que luche por su individualidad, que tenga la libertad para salir a volar y regresar responsablemente a su nido, porque enriqueciéndose a sí mismo tendrá algo maravilloso que regalarme cada día. Un hombre suficientemente sensible para que comprenda los momentos que yo paso en la vida como mujer, pero suficientemente fuerte para darme ánimos y no dejarme caer. Estoy buscando a alguien que yo respete, partiendo del respeto que él mismo se gane con el trato, el amor y la admiración que me dé”.
“La mujer debe ser compañera del hombre, ni menos ni más… Para que juntos forjen una vida en donde la convivencia los lleve a la felicidad“. Cuando ella terminó de hablar lo vio a los ojos, él se veía muy confundido y con interrogantes.
” Estás pidiendo mucho”, le dijo él.
Ella le contestó: “Yo valgo mucho”.